Carta y táctica: la estrategia del disimulo

El autor de este blog cuestiona

al director del Museo del Estado

El doctor Julián Bonavit al recibir la primera presea Generalísimo Morelos de parte del ayuntamiento moreliano, en 1942. La pieza que el personaje lleva a la solapa en esta imagen es la que fue sustraída del Museo del Estado en el primero de los dos robos acontecidos en mayo de 2010: el hecho ha implicado el saqueo a un fragmento de la historia de nuestra ciudad (foto: cortesía de la familia Macouzet Zamacona / colección particular, Morelia).

Licenciado en sociología José Luis Aguilera Ortiz
Encargado del Museo del Estado
PRESENTE

Hace mucho, mucho tiempo, que no recibía una carta como la que he publicado ayer en este blog y la cual me enviaste el 2 de septiembre pasado a la bandeja de entrada de mi correo en Google, mal disfrazado o mal escondido (elige, de estos dos, el adjetivo que sea más exacto) detrás de un tal J. Guadalupe Páez, cuya dirección de correo–e es gdpea29paez@hotmail.com.
A través de ese firmante que, ya sea un personaje real o ficticio, pero que en cualquiera de los dos casos no es sino tu amanuense, cuestionas la imparcialidad de mis apuntes a tu conducta poco ética en el caso de los robos al patrimonio histórico y arqueológico de Michoacán durante el pasado mes de mayo. Ya sabes a qué me refiero: a la presea Generalísimo Morelos de 1942, sustraída de la planta alta del Museo del Estado, y a las alhajas precolombinas que se volaron de una vitrina en la planta baja.
Y para que no finjas demencia (o para que al menos te cueste más trabajo fingirla) ni te quepa duda de por qué te estoy escribiendo a ti y no al fulano que firma la carta, lo primero que voy a hacer es explicarte detenidamente por qué lo hago.

“… Te estoy hablando a ti”
Te escribo a ti, José Luis Aguilera, por una razón muy simple: la carta que recibí no sólo habla del material informativo que publiqué, sino que toca todos los temas que tú y yo hablamos a solas, sin nadie más presente, en una de nuestras dos charlas “off the record” que duró unos 15 minutos. ¿La recuerdas? Fue la que sostuvimos en tu camioneta, en trayecto del Museo del Estado a la Secum, a eso de las 14:20 pm del jueves 10 de junio, cuando, en vez de la entrevista que te pedía sobre el segundo robo, sugeriste posponerla y hablar en corto.
Así pues, ¡qué loco! ¿no? Ahora resulta que hay un tipo que, fingiendo ser un lector común, habla no sólo de la información que difundí en este blog y en el semanario Opción de Michoacán, sino que además toca asuntos que en privado cotejamos tú y yo en una charla personal y que no fueron públicos.
Debes saberlo, José Luis: Te ves mal usando otra enagua para lanzarme, sesgados, reproches que fingen imparcialidad, pero que en realidad traen los dados bien, pero bien cargados.
Eso no es de hombres ni de buenos jugadores. Tampoco es adecuado para alguien que, como tú, viene armando una estudiada imagen de promotor de la cultura. Porque un promotor de la cultura se conduce honestamente, pero tu carta no es honesta.
En cuanto a la charla “off the record” que tuvimos hace seis meses, como el profesional que soy, yo la habría respetado. Al fin y al cabo, tú la pediste y yo acepté, como es práctica legítima en el periodismo. Sin embargo, tú mismo no la respetas. La carta que me enviaste escondido atrás de tu nana procura volver a cortar baraja, con el fin de ver "si pega" y consigues quedar bien parado… pero a mis costillas). Así pues, a mí no me dejas otra que desestimar el acuerdo. Lo voy a tener que romper, José Luis. No por mala leche. No por revancha. No por pagarte “con la misma moneda”, sino simplemente porque debo hacerlo para responder aquellos puntos de tu carta que son, ni más ni menos, los mismos que tratamos ese día tú y yo.

El director del Museo del Estado, José Luis Aguilera Ortiz, captado el miércoles 8 de diciembre durante la función Kruvikas para adultos, dentro del Festival Internacional de Títeres de Morelia.

Así que, de entrada, José Luis, no insultes mi inteligencia con la treta de “¡Ay, mira!: un observador imparcial que se llama J. Guadalupe Páez, indignado por tu injusticia, te critica por ser tan ojéis conmigo”, pues los argumentos de la carta están tan dirigidos y, sobre todo –¡atención!– algunos son tan ajenos al material que fue público (ya en Opción, ya en mi blog o en cualquier otro medio, salvo en nuestra plática privada), que esto viene de tu parte.
Por cierto, exactamente la misma situación aplica a tu yesmen, el columnista Samuel Ponce, cuyo texto del 23 de junio citas y al cual volveré más adelante.
Por lo pronto, planteada esta aclaración, paso a contestar tu carta. Tu carta ¿eh? Y no te sorprendas, que la cosa es simple: Tú preguntas. Yo respondo.
Nada más.

Andarse con lupa
Tu carta consta de 18 párrafos en los que elaboras 25 ideas y argumentos. Tus primeros cinco párrafos parafrasean mi nota “Roban la histórica primera presea Generalísimo Morelos” y mi columna Tripodología Felina “Museos e inseguridad ¿quién es responsable?”, ambas del lunes 7 de junio en este blog (la misma nota apareció en Opción de Michoacán, pero no así la columna), así como algunas líneas de mi nota “Nuevo hurto en el Museo del Estado; el director del recinto falsea su declaración” (aparecida en Opción en letra impresa y en mi blog el lunes 14 de junio). Pero ya desde el comienzo eres impreciso. Dices, oculto tras tu sparring:

El 22 de mayo hubo un robo, lo escribió usted de “pieza arrebatada al patrimonio en resguardo de la Secretaría de Cultura, se localizaba en la sección de arqueología del Museo del Estado”.

Eso es falso. Y no es una errata de buena fe. A la mala, eres bien manipulador. Por suerte, eso tiene remedio: basta andarse con lupa cuando se tienen tratos contigo. Y es que, fíjate: yo no digo que hubo un robo el 22 de mayo. Lo que yo dejé escrito es (quinto párrafo):

El descubrimiento de que la pieza ya no se encontraba en su vitrina se hizo el sábado 22 de mayo.

Eso es muy distinto, ¿ves? Y en mi segundo párrafo describo:

La pieza arrebatada al patrimonio en resguardo de la Secretaría de Cultura se localizaba en la sección de etnología del Museo del Estado, en la planta alta de ese recinto

Dime: ¿qué tiene que ver la sección de etnología, de la que yo hablo, con la sección de arqueología de la que hablas tú? Atribuyes el escenario del segundo robo (descubierto el martes 25 de mayo) al escenario del primero.
El segundo párrafo no tiene problemas. Citas correctamente.
Los párrafos tercero y cuarto se complementan: el tercero (tomado de mi nota del día 7) muestra que yo responsabilizo del primer hurto a los trabajadores por su falta de disciplina, mientras que el cuarto cita frases de mi columna en las que responsabilizo al director del Museo del Estado, es decir, a ti.
Pretendes indicar, así, que me contradigo. Pero no hay contradicción. Tú la creas al sacar de contexto mis palabras, ya que las despojas de su argumento. Tu cuarto párrafo mutila mi escrito –¡a pesar del entrecomillado!–. Dices:

Destaca su opinión “sí la cabeza está mal, todo está mal, consecuencia de una dirección débil (que dicho sea de pazo, en estos momentos) es la constante en todos los museos de la Secretaría de Cultura, a excepción, quizás de la Casa Natal de Morelos”.

Para corregir tu manipulación, basta devolver la cita a su contexto; así verás no sólo qué “destaco” sino cómo y por qué lo destaco, que es lo que omites mañosamente. El primer párrafo de mi columna dice:

… hay una declaración sustantiva del sociólogo José Luis Aguilera en la entrevista que aparece en video más arriba: aquella que señala que hay que "regresar a la norma".

Tras describir lo que significa la norma, continúo, dos párrafos después:

“Regresar a la norma” también conduce a preguntarse cuándo dejó de respetarse esa norma y por qué. Evidentemente, una parte de la respuesta tiene que ver con el mismísimo director del recinto museístico y obedece a la lógica de una frase que dicta: “Si la cabeza está mal, todo está mal”. En efecto, un director de museo está, entre otras cosas, para fijar una disciplina, particularmente en materia de medidas de seguridad.

Otros dos párrafos abajo concluyo:

El relajamiento de la norma no puede ser sino consecuencia de una dirección débil (que, dicho sea de paso, en estos momentos es la constante en todos los museos de la Secretaría de Cultura, a excepción, quizás, de la Casa Natal de Morelos).

Ahora que restituyo su sentido, puedes ver que mi opinión no se contradice al decir que el factor clave en los hurtos a museos locales en esta década ha sido la falta de disciplina entre el personal y que ese relajamiento tiene como responsable al director, es decir, a la autoridad en cada museo; en este caso, tú. ¿O qué? ¿No se ocupa la dirección de que los trabajadores cumplan ciertas tareas esenciales? Lo que propongo es muy simple, José Luis. O eres un director de museo o no lo eres. Y si lo eres, tu prioridad no es ser un animador cultural (una actividad periférica a tu función de director, pero que como gana votos y simpatías es a la que le atizas toda la leña, ¿verdad?) sino que tu prioridad es asegurar la integridad de tus acervos, ya que son un bien patrimonial que es propiedad de todos los michoacanos.
Y conste: esta prioridad sustantiva en tus funciones no la invento yo. La estipulan el ICOM, el INBA y el INAH.

Una foto de archivo de la Secretaría de Cultura de las dos piezas precolombinas que fueron sustraídas del Museo del Estado en el segundo de los robos cometidos contra ese recinto cultural durante el pasado mes de mayo.

Una imprecisión grave
Tu quinto párrafo tiene una imprecisión grave al citarme. Así juegas ¿verdad?: vas mezclando descripciones correctas con otras inexactas para ir cuadrando las cosas a tu modo. Y si uno se distrae, ¡zas!, ya valió. Pero yo no me distraigo. Yo no digo que “el segundo robo fue posible la tarde del 24 de mayo”, como aduces. Lo que dice mi nota (bajo el subtítulo “Conocimiento y omisión”) es:

A la luz de los hechos, la verdad es que se conoce perfectamente el espacio de tiempo en el que probablemente se cometió el robo de los dos collares precolombinos: ocurrió durante el turno vespertino del lunes 24 de mayo de 2010

¿Ves? No relajo mi deber profesional: uso el condicional “probablemente” y, en otras partes de mi nota, sus sinónimos. Y lo hago porque sé que sólo un juez puede dar un fallo en un caso como el de los robos a tu museo. Tengo 25 años de oficio (así respondo de una vez a la tramposa acusación de tu párrafo 13, que sólo usas para hacerte el mártir). Pero también sé que no violo alguna ley al señalar los hechos a los que apunta mi investigación periodística si me respaldo en pruebas. Y cuanto escribo se respalda en datos que figuran en la propia nota. Que no quieras leerla correctamente, ese ya es tu problema.

Fuentes y arremetidas
Esto es por lo que hace a tu quinto párrafo. Pero como desde el cuarto fuiste reajustando mis palabras, eso te permite abrir el ataque en tu sexto párrafo:

Es curioso que usted arremeta constantemente contra el director de ese centro cultural, asegurando que ha falseado información,

Lo curioso es que pienses que arremeto constantemente contra ti. Mi blog tiene hasta hoy unos 275 post, casi mil fotos y 223 videos. Tú sólo figuras en tres post (contando éste, o serían solamente dos), en una foto y en dos videos.
En cuanto a mi nota “Nuevo hurto en el Museo del Estado; el director del recinto falsea su declaración”, no me reclames las arremetidas. Vuelve a leerla aquí. Es un trabajo de investigación muy documentado que cita todos sus datos: mi consulta a las denuncias penales y a las actas internas del Museo, con las que el Jurídico de la Secum trabajó sobre las declaraciones de las custodios de la sala donde ocurrió el segundo hurto (Coty, Mónica y tu Lulú), mis entrevistas con el personal del jurídico, mis entrevistas contigo, el cotejo de esos datos con las notas de esa semana en La Jornada Michoacán y en Provincia… Lo patético contigo, José Luis, es que intentes descalificar una investigación periodística justo cuando el periodismo local se contenta con puras declaraciones para dar sus notas y que omitas mis datos a fin de reprocharme que soy “desmedidamente parcial” hacia ti (en tu párrafo 13).
Mientras, rematas este sexto párrafo con el desafío:

luego entonces ¿Quién le filtró la información de la primicia a usted?

Tal pregunta (que fue de las off the record), me revela qué tipo de periodista fuiste, tú que alardeas de haberlo sido. Porque yo sí soy periodista, José Luis, y sé el respeto que merece una fuente. Esa pregunta sólo se la respondo a un juez y sólo durante un proceso en forma. Pero aquí también estás actuando. Finges candidez. Déjame aliviarte un poquito de esa máscara de candidez, no te me vayas a sofocar detrás de ella: En un caso como este la verdadera pregunta no es “¿quién es tu fuente?” sino “¿cómo pruebas lo que afirmas?”. Pero esa es la pregunta que no me haces, ¿verdad?, pues ya está contestada y la respuesta no te conviene. Pero prometí contestar a todas tus preguntas y, en consecuencia, te contesto esta. Tú inquieres, mañosamente, quién me filtró la primicia. Bueno, mi respuesta es: “Me la filtró alguien que, tal como se han dado las cosas, es una fuente muy, muy fiable, ya que cuanto me dijo lo confirmó la documentación que consulté”.

Calumnias y erratas
Sigo. Tu párrafo séptimo describe, aunque omite datos, pero en el octavo sí me cuestionas con imprecisiones (sigues con tu uno y uno, ¿ves?). Señalas:

Hasta dice que Carlos F. Marqués se tomo libertades inadmisibles al redactar los hechos, llegando a asegurar que los comentarios de Marqués causaron la indignación de trabajadores del museo. ¿Será?

De nuevo me sacas de contexto. No describes “los comentarios” de Carlos F. Márquez (que son el verdadero y ardiente meollo del asunto); sólo dices que, según yo, esos “comentarios” indignaron a los trabajadores y lo pones en duda.
Para empezar, mi ladino José Luis, Carlos no hace ningún comentario, ya que la suya es una nota informativa, no una columna de opinión (el enlace a la versión electrónica de su nota está aquí). Lo que Carlos publicó no fue un comentario; fue información, monda y lironda. Sólo tú la llamas “comentario” desde que te estalló esta bomba que tú solito te pusiste, para tratar de cargarle el muerto también a él (¡qué buen amigo le saliste!). Pero a diferencia de un comentario, la información de una nota informativa debe tener una fuente. ¿Ignoras algo tan básico, ex periodista? Y la fuente fuiste tú. Carlos F. Márquez te entrevistó, como lo cita en su nota. Los párrafos que vienen al caso dicen:

“A raíz de que se verificó en el Museo del Estado el robo de la presea ‘Generalísimo Morelos’ que fuera otorgada en 1942 al médico Julián Bonavit Pérez, el personal de dicha institución cotejó las piezas existentes en cada una de las salas con el inventario más reciente del acervo y se detectó el faltante en la sala de arqueología de dos pulseras de concha y ágata pertenecientes al periodo preclásico de Michoacán. Debido a que el registro de piezas fue elaborado hace cuatro años, no se ha podido determinar si la extracción fue reciente o si se realizó años atrás”.

Si no te queda claro todavía, aquí abajo te muestro el mismo material, pero en fotografía:

En las dos imágenes, aquí arriba, la nota informativa aparecida el 10 de junio en La Jornada Michoacán, donde el reportero Carlos F. Márquez transcribe la información que le dio el encargado del Museo del Estado, José Luis Aguilera Ortiz, en torno al segundo de los dos robos cometidos en ese foro museístico, contra piezas arqueológicas.

Aquí está la causa de la indignación –muy justa– de las custodios sindicalizadas Coty Valle y Mónica Vázquez, pues a fin de lavarte las manos, tú las haces aparecer como irresponsables o improvisadas (¿hay dos piezas perdidas, quizá desde “años atrás”, y ellas no se enteraron hasta que otro hurto hizo cotejar inventarios?). Pero lo cierto es que Coty y Mónica conocen como nadie los acervos que vigilan, pese a lo cual las calumniaste al declararle a Carlos que:

“La ausencia de las piezas se mantuvo inadvertida para los custodios de la sala de arqueología de los turnos matutino y vespertino respectivos al rol de entre semana y para la custodia del turno de fin de semana y días festivos. Fue hasta que se hizo el cotejo entre el acervo existente y el inventario que se percataron del faltante”.

Y las calumniaste (es decir, mentiste a sabiendas y con dolo, José Luis) porque, tal como asientan ellas en los documentos que sirvieron para levantar las actas penales (y que tú ya conocías, pues la declaración se la diste a Carlos hasta el 8 ó 9 de junio, mientras que esos documentos internos se elaboraron ipso facto el día del hallazgo), tanto Coty como Mónica se dieron cuenta inmediatamente de las piezas faltantes, tan pronto la primera llegó a su turno matutino del martes 25 de mayo e hizo su recorrido habitual. La segunda hizo lo propio el sábado 29 de mayo, al arribar a su turno de fin de semana.
Tienes una asombrosa capacidad de disimulo, José Luis. ¿Cómo lo haces? Yo te sugiero que veas hasta qué punto tus actos generan consecuencias que debes asumir. Porque son tus actos los que te están pasando una factura. No Mónica Vázquez, ni Coty, ni Jaime Hernández, ni Escamilla, ni el STASPE, ni la Secum, ni yo, ni el Universo en su conjunto, sino tu conducta.
Asúmela, es lo más sano.
Ve los hechos: La nota de Carlos aparecía el jueves 10 de junio en La Jornada Michoacán, tres días después de mi exclusiva del lunes 7 sobre el primer robo. Para ese jueves, yo ya reunía datos y hacía entrevistas para mi nota del lunes siguiente, pues mi fuente me había alertado desde la noche del día 8 acerca del segundo robo. Y fue hasta ese jueves 10 de junio, ante la nota de Carlos con tu declaración de que “la ausencia de las piezas se mantuvo inadvertida para los custodios de la sala de arqueología”, cuando tu calumnia provocó lo inevitable: cuando fui a buscar a la custodio Mónica Vázquez para pedirle una entrevista, ella me la dio para hacer las precisiones necesarias a tu irresponsable declaración.
Y esas precisiones, que publiqué el lunes 14 de junio en Opción y en mi blog, previo cotejo con las actas en el Jurídico de la Secum, pusieron al descubierto tu mentira.
Nota cómo, solito, te metes el pie. No ocupas enemigos: contigo tienes. ¿Para qué señalar a Coty y a Mónica como ineptas, cuando ellas ni la debían ni la temían? Es decir, ¿cuál fue la necesidad de tu mentira?
Porque hasta ese momento Mónica Vázquez observó una actitud absolutamente institucional ante los hechos. Sin ir más lejos: nada me dijo una semana antes, el viernes 4 de junio, cuando fui al Archivo Histórico Municipal a pedir datos de la presea, pues yo ya redactaba mi exclusiva del lunes 7; ella sólo me dio el acceso a la filiación que le pedí del objeto patrimonial.
La cosa cambió el jueves 10, gracias a tus declaraciones a La Jornada local.

El sentido de la amistad
Me he detenido en el caso de Mónica porque, aunque te faltan pantalones para escribirlo, lo deslizas en tu párrafo noveno. Y a mí me lo dijiste en nuestra charla del 10 de junio: “Eres amigo de Mónica”. Y “Tu novia es amiga de Mónica”.
Te lo dije entonces y te lo repito ahora: “¿Y eso qué?” ¿Acaso por esa razón los hechos son distintos? Tu mentira sigue siendo una mentira; lo asientan los documentos. Si tanto te importa limpiar tu imagen, eso es lo que tendrías que desmentir. Pero como no puedes, tratas de descalificarme.

Arriba: Dos imágenes correspondientes a la Averiguación Previa 299 / 10-XXII-1, levantada tras el segundo de los robos al Museo del Estado. Figuran las declaraciones de las custodios de sala Coty Valle y Mónica Vázquez, quienes dan cuenta de haber descubierto inmediatamente las piezas faltantes en la sección de Arqueología, a su cargo. Estas declaraciones contradicen la versión del director del recinto, en el sentido de que la ausencia de las piezas pasó inadvertida para las trabajadoras hasta que se hizo un cotejo con el inventario.

Y tu intento de descalificarme es lo que menos me preocupa. ¿Sabes por qué? Porque como yo sí hice mi tarea, pruebo cada cosa que escribo y puedo seguir probándola. Lo que sí es molesto es que, queriendo desvirtuarme, trates de emputecer mis motivos rebajándolos al nivel en el que, por lo visto, te mueves tú.
Por desgracia para ti, siempre he tenido claras las responsabilidades de mi vida pública y las de mi vida privada.
Desde mi punto de vista, tu problema, en este sentido, es que tienes una visión enferma de la amistad. Un amigo no es para usarlo, José Luis; es para disfrutarlo. Esto es lo que no comprendes. Por lo pronto, tu enfoque prostituye la idea de amistad. Ve si no. El martes 8 de junio la reportera Ivonne Monreal, del matutino Cambio de Michoacán, publicaba:

A las 13:30 horas del pasado lunes se reunió el personal del Museo del Estado convocados por el director José Luis Aguilera Ortiz y les notificó que el robo en ese recinto de la primera presea “Generalísimo Morelos” era ya del dominio público, pese a que en entrevista reveló que había logrado mantenerlo en secreto con la anuencia de algunos “periodistas”, que conocieran del hecho pero al ser “amigos” del funcionario se reservaron la noticia “para no entorpecer las investigaciones”.

De modo que para ti el buen periodista, el imparcial, es el que es tu amigo y oculta tus errores, mientras que el mal periodista, el parcial, es el que sí hace su trabajo, aunque te exhiba. Pero la amistad nada tiene que ver. Aunque fuéramos amigos, yo habría dado mis notas. De lo contrario, ¿dónde queda mi responsabilidad social como comunicador?
Porque este es el meollo de todo esto, José Luis. ¿Dónde queda el interés público y dónde queda el Estado de Derecho en un régimen o en una sociedad donde todos deben ser amigos y taparse mutuamente sus torpezas y errores?
En cuanto a eso de “no entorpecer las investigaciones”, el argumento, en un caso como este, es puro cliché. ¿Qué investigación se iba a entorpecer a más de una semana de los hurtos?
Por lo demás, soy periodista (ahora bajo la modalidad blogger). Nunca he perdido eso de vista. Justo cuando preparaba mi primer nota, la de la presea Generalísimo Morelos, comenté esto con una amistad que tengo en Gobierno del Estado; le dije: “Oye, si yo tengo una nota como ésta y no la doy… ¡Carajo! mejor me voy al mercado a vender jitomates”.

Gatilleros e información
Bien. Veamos ahora tu párrafo 9. En él escribes:

Lo que se debe de pretender es que la opinión pública sea enterada con veracidad, sin intereses, sin parcialidad, por lo que usted Señor Olivo, no lo está cumpliendo al omitir en su momento la nota del periodista Samuel Ponce Morales de Cambio de Michoacán, del 23 de junio que en su Sección Acueducto deja al descubierto las argucias de José Guadalupe Escamilla, que al igual dicho sea de paso no es la primera vez que valiéndose del mando orquesta con sus dos o tres manipuladas(es) seguidoras(es) situaciones para desencadenar la renuncia de más de cuatro directores, a una recién nombrada directora no la dejaron pisar el museo, todo lo acontecido gozando de la impunidad y del descuido de su jefe inmediato.

Para empezar, nada omití. El viernes 25 de junio entregué mi colaboración para el número 21 de Opción de Michoacán e hice sabrosos comentarios a lo que llamas “la nota” de Samuel. Mi editor no publicó el texto íntegro, adujo que el material “se traspapeló”. Pero eso ya no dependió de mí y él puede dar fe de eso. El material está en la página 9 de la edición del 28 de junio de Opción (en lo que quedó del texto, te cito y hasta me permito la sorna de afirmar que te cuidas “más que un candidato a Secretario de Cultura”; por lo demás, una atenta lectura permite entrever en qué términos aludo a Samuel Ponce y a sus comentarios en la columna Acueducto, aunque su nombre ya no figura en el cuerpo de la nota); de todos modos, yo conservo mi original.
Aquí tienes algunas fotos de ese ejemplar de Opción, para que veas que no omití nada:

Extractos de la nota (mutilada) aparecida en Opción de Michoacán de fecha 28 de junio, donde tomo a carreta los comentarios de Samuel Ponce Morales en su columna de Acueducto y cuestiono la conducta observada por el director del Museo del Estado, José Luis Aguilera.

Bien. En segundo lugar, sigues manipulando a tu gusto las jerarquías periodísticas. Así como llamas comentario a la nota de Carlos F. Márquez, para minimizarla, llamas nota a la columna de Samuel para darle a ese material un prestigio que, simplemente, no tiene. Lo haces, claro está, porque lo que escribió Samuel te conviene. No en balde, tú se lo dictaste.
Pero, observa, José Luis: lo que publica Samuel Ponce en su columna Acueducto son opiniones, no notas informativas. Y, a menudo, más bien, meras apreciaciones e incluso chismes. Y todo eso se vale porque la suya es precisamente una columna, de ahí la libertad que tiene.
Pero voy a ser todavía más exacto: Samuel Ponce pertenece a una clase definida de opinador: es un columnista gatillero. El adjetivo, que existe (es caló periodístico), significa que su función no es analizar la realidad (Samuel no opina en base a datos duros, como lo hace por ejemplo Miguel Ángel Granados Chapa, que sí es un columnista-analista con formación jurídica), sino que es un mero mensajero entre facciones y grupos. Ese es su valor. Samuel recicla información que “está en el aire” y la hace circular en una dirección determinada o ventila temas y argumentos bajo pedido, que de tal modo se vuelven señales para destinatarios que a veces hasta tienen nombre y apellido.
La función que cumple Samuel Ponce ha sido cultivada desde el siglo XIX en la prensa nacional, aunque nunca ha gozado de mucho prestigio, dado su perfil faccioso (es decir, de facción). En varios casos, y este es uno de ellos, Samuel Ponce es sólo un “corre-ve-y-dile”.
A causa de lo anterior, su columna del miércoles 23 de junio sólo despertó mi sonrisa y por eso la comenté con tanto humor en mi texto para Opción. Pero no le hagas al Tío Lolo: tú le dictaste la línea a Samuel; y eso es absolutamente obvio porque sus apreciaciones fueron exactamente las mismas que me dijiste a solas, una por una, aquel jueves en nuestra off the record (que si el licenciado Escamilla, que si Mónica, que si el despido de los directores y las intrigas, etcétera).
Desafortunadamente, José Luis, vas a necesitar mucho más que los servicios de Samuel Ponce para desmentir los datos duros que yo manejo porque, como en realidad no investiga, sino que suele irse con la línea que le dan, Samuel es un mal gatillero. Es perezoso para trabajar y por eso su puntería falla. Por ejemplo, en el caso que nos ocupa aquí, miente cuando escribió en su columna que los robos en el Museo del Estado han sido una estrategia para correr a los últimos dos directores. El biólogo Arturo Chávez Carmona no perdió ninguna pieza patrimonial antes del asunto que llevó a su salida; más aún, la foto que se volaron de una exposición temporal durante su gestión no fue para nada un factor decisivo. Y en cuanto a su sucesor, el profesor Ismael García Marcelino, el hurto de la pistola de tiempos de Mújica sólo tuvo como fin ridiculizar al entonces secretario de cultura, Crisanto Cacho. Por lo que hace al caso de aquella directora que ni siquiera pisó físicamente el museo (aunque ya había pasado por allí una vez) ¿cómo se le pudo perder algo si ustedes mismos dicen que no puso un pie en el recinto? Yo los reto a Samuel y a ti a que comprueben sus dichos. Y fíjate bien: no quiero que me revelen “sus fuentes” (¿para qué, José Luis? hasta te acabo de dar el nombre de una); lo que quiero que aporten, Samuel y tú, son las pruebas que refuten las que puedo aportar yo. Ahí les dejo el desafío, a ver si son tan “honestos” y tan “profesionales” como aparentan.
Samuel y tú también mienten cuando, con sus enjuagues estúpidos (tú que le atizas y Samuel que se deja) acusan a José Guadalupe Escamilla. Y perdón por el adjetivo estúpidos, pero no hay uno mejor. Me guardaré los cartuchos argumentativos y las pruebas, por si hacen falta, para más adelante. Pero, por lo pronto, me basta decirte lo siguiente: Ni Samuel Ponce ni tú tienen la estatura moral para impugnar a un funcionario que, como José Guadalupe Escamilla, ha hecho tanto por el IMC y por la Secum a base de responsabilidad y trabajo tesonero a lo largo de 15 años. Por suerte para él y por desgracia para ustedes dos, él es absolutamente bien conocido y apreciado en la Secretaría y a nivel Gobierno, tanto por trabajadores como por jefes. Y es un aprecio ganado con eficacia operativa, honradez e institucionalidad. Ustedes dos, simplemente, no tienen vergüenza.

Precario equilibrio de poderes
Tu párrafo número diez está a punto de ventilar un tema de genuino interés público. Es una lástima que tu enfoque tendencioso diluya ese filón. Escribes:

Es sabido entre el personal del museo que no acatar, no aceptar, no apoyar las iniciativas de firmar para abortar a los directores es motivo de suficiente para generar algo así como una persecución patronal en contra de los empleados que no piensan igual que la autoridad cultural;

Es cierto, el STASPE no es ninguna “perita en dulce”. Pero aquel jueves, cuando tocamos ese tema, yo te di mi lectura de fondo a los hechos. Te dije: ¿Por qué un organismo gremial como el STASPE comienza a incurrir en excesos como los que a veces comete? Porque el lado patronal, es decir, el Gobierno del Estado, es una contraparte débil. Cuando se rompe el equilibrio entre dos poderes es inevitable que se de ese fenómeno.
En ese mismo sentido, y más como un consejo, te señalé que el problema es que tú no eres un líder en tu museo, así como no lo es, en general, ninguno de los directores en los museos dependientes de la Secum. Pero este “ser líder” pasa en primer lugar por la autoridad moral. ¿Cómo pretendes esa autoridad, José Luis, si tu relación con tus trabajadores no es éticamente sana?
Cuando hablas de esas maniobras que a veces emprenden grupos de trabajadores, hablas de una verdad general, pero que, por lo mismo, no se puede aplicar en todos los casos. Ha ocurrido, por ejemplo, en el MACAZ, pero tu caso es totalmente distinto y es del que estamos hablando. No. Nadie se robó la histórica presea Generalísimo Morelos para atacarte. Pero tú sí que enseñaste la casta (lo has estado haciendo continuamente en estos meses) cuando, para lavarte las manos y precisamente para distraer la atención, le aventaste y le sigues aventando la bolita a los demás.
Checa: todas las que siguen son frases tuyas, proferidas en uno u otro momento. Las dos primeras hasta las tengo grabadas de cuando te entrevisté la tarde del viernes 11 de junio, cuando literalmente te tuve que arrinconar con mi cámara en la recepción del museo: Carlos F. Márquez cometió una imprecisión en su nota y tergiversó tus declaraciones (¡ajá!), por lo que ibas a pedirle a La Jornada Michoacán una aclaración (que nunca leímos, es decir: ¡ajá!). Yo soy desmedidamente parcial contigo (¡ajá!). Los robos fueron tramados como un asunto interno para lesionar tu buena imagen (¡ajá!). Las custodios Coty y Mónica, encargadas de la sala de arqueología durante veinte años, no saben qué material resguardan (¡ajá!).
Pero tu párrafo sigue así:

acciones que sabemos eran ocultadas al gobernador en turno, para no ir muy lejos en la gestión del Antropólogo Lázaro Cárdenas Batel, buen gobernante al que sabemos de buena fuente que no se le dijo la verdad de la salida de dos directores, cuando que los hilos fueron movidos sin informar honestamente al Secretario de Cultura en funciones.

Alguna verdad se te escapa en esta parte. Pero ¿de qué sirven las verdades a medias? Es cierto que Crisanto Cacho no tenía control ni conocimiento firme de su organigrama. Pero Jaime Hernández sí que lo tiene. No en balde, lo sembró hace dos sexenios. En todo caso, sabe mucho más que sus últimos tres predecesores. Mientras, tu párrafo once es extremadamente interesante. Dices:

Ya nos sabemos la estrategia: intencionalmente causar algo, lo que sea para que derrame el vaso y poder justificar los despidos.

Vuelves al tema de los empleados, pero fijate bien en lo que dices: “para que derrame el vaso”. Eso significa, José Luis, que a la hora de usar lo que tú llamas “estrategia”, el vaso ya está a punto de colmarse, pues de otro modo no se podría derramar. Siguiendo tu razonamiento, lo que habría qué averiguar es qué provoca que los vasos estén al límite cuando, según tú, se alcanza el punto en que se llega a “intencionalmente causar algo, lo que sea para que derrame el vaso”. Aquí entra precisamente el asunto de cómo no sabes ser realmente un líder en tu museo. Obviamente, no vas a serlo premiando y castigando a tus empleados caprichosa y autoritariamente, pues eso, aunque te da algunos bonos inmediatos, a la larga te debilita. Tú solito te vas a dar cuenta de eso.
Mientras, concluyes con esta pregunta:

¿Sabrá el Gobernador Leonel Godoy Rangel? de que forma se manejan los asuntos en la SECUM.

¡Hombre! No finjas; de sobra sabes que el secretario de Cultura es de los funcionarios más íntimos al gober. Y como yo sé que tú lo sabes, ¿no es esta línea tuya más bien un anuncio de chantaje? Y a lo mejor te funciona con tus jefes, en la Secum (y allá ellos, si se dejan), porque ellos deben responder al principio de la institucionalidad. Felizmente, yo no estoy en ese caso. Aquí, conmigo, si intentas emplear esas tácticas sucias, sí topas con hueso.

Línea por línea
Tu párrafo 13 apiña varias ideas, así que aquí tendré que ir, no sólo con lupa, sino con pinzas, desmenuzando y respondiendo casi línea a línea. Pero ya casi acabamos. Y dice así:

Señor Demetrio me decepciona al prejuiciar a sus colegas periodistas,

Bueno, yo también me decepcionaría si los prejuiciara, pero no lo hago. ¿Qué es prejuiciar? Es emitir un juicio antes de tener elementos. Pero yo los tengo. Los colegas, por apremios de su labor, pero también por relajamiento de la disciplina periodística, se fueron sólo con tu declaración para dar sus notas. Nadie, salvo yo, entrevistó a las demás partes (como pide la ética periodística) ni consultó documentos asequibles. De modo que tu decepción es un disparate.

al ser desmedidamente parcial al culpar al director,

Va de nuez: La obligación de un director de museo es asegurar sus acervos. Esa es tu prioridad. Pregúntaselo a tus colegas: a María Eugenia Fuentes, a Sofía Velarde, a Teodoro Barajas, a don José Fabián Ruiz… todos te dirán lo mismo: su primer deber es garantizar la seguridad de sus acervos. ¿Soy “desmedidamente parcial” al señalarte la principal razón por la que recibes tu sueldo? En lo personal creo que el desmedidamente parcial al querer escurrir ese bulto eres tú. Pero, ¿sabes qué? busca a la licenciada Rita Hernández y pídele asesoría. Ella dirige el museo del Archivo Histórico del Poder Judicial. Desde hace dos años tiene cámaras de seguridad, de esas que tú, como director, has sido incapaz de gestionar en... ¿cuántos años llevas ya en el Museo del Estado?
Pero en esta línea usas, además, una palabra que yo no he usado en relación a los hurtos en tu museo: Culpabilidad. Interesante. Tomo nota.

y a toda costa descargar de responsabilidad a los ejecutivos de la estatal,

No “a toda costa”. ¿Ves cómo pierdes la perspectiva? Considera: La gente de la Secum, por ejemplo el titular del Jurídico, debe confiar en ti, pues eres un mando ejecutivo (como tal, cobras). El jurídico no va a andar detrás de ti como si fueras un niño que no sabe controlar sus esfínteres, viendo a qué horas te cambia el pañal, porque tú no eres un bebé y se supone que no sólo sabes lo que haces, sino que eres capaz de hacerlo con autoridad. Tu deber ante él era entregar los documentos para levantar la denuncia penal por el segundo robo con la misma premura con la que reuniste los del primero. Pero te colgaste en hacerlo 17 días, ¡casi tres semanas!, cuando en el primer hurto el trámite se cumplió en 3 días. Y mientras el tiempo corría, no protegiste la vitrina de la planta baja. Como no la resguardaste, cualquier pista para los peritos se perdió. Es tu conducta ante el segundo robo la que a mí, en lo personal, me deja dudas, José Luis; y entre más repaso los hechos, menos confianza me das.

señalando un culpable cuando que la autoridad competente realizadora de la indagatoria, creo que no ha dado el resultado de la investigación.

Te sientes culpable y por eso repites el desliz, ¿verdad? Porque yo no uso tal palabra en mis notas o en mi columna. Ni siquiera aquí. Yo te señalo responsable.
Eres responsable de por lo menos una mentira, José Luis: la de que el segundo robo “pasó inadvertido para las custodios de sala de la sección de arqueología”. Lo prueban tu declaración impresa en La Jornada contra las declaraciones asentadas en las actas por las trabajadoras sindicalizadas Coty y Mónica. También eres responsable de demorar 17 días el expediente del segundo robo y de no proteger en esas semanas la escena del hurto. ¿Esa es tu manera de no “entorpecer las investigaciones”? Aquí abajito está mi foto de la vitrina de la planta baja, captada el 11 de junio, absolutamente desprotegida.

Arriba: La vitrina de la sala 2 de la sección de Arqueología, captada el 11 de junio hacia las 13:30 horas, de la cual fueron sustraidas las alhajas precolombinas, que se localizaban en la base de color rojo, al centro de la vitrina (en detalle en la foto inferior). Ninguna medida de protección se aplicó, como sí ocurrió en el caso de la vitrina del primer hurto (el de la presea Genaralísimo Morelos), que es la que aparece a continuación:


Esos son los hechos. Pero (por si no te has dado cuenta) todo este tiempo yo he estado cuestionándote desde una perspectiva ética, no jurídica. Por eso, en la edición de Opción en la que te exhibo falseando declaraciones y demorando la segunda denuncia, el editorial se dedica al Código de Deontología para Museos. Sí sabes qué es la deontología, ¿verdad?
Mientras te lo piensas, salto a tu párrafo 15 (dejaré el 14 para el final). Escribes:

Todo debe de tener un ¿por qué?, es para distraer a los empleados y que sea desapercibido el cambio de las computadoras de la Dirección Administrativa, sí de la SECUM, justo cuando la gente cuestiona del indebido manejo del presupuesto, ¿por qué no las querían cambiar cuando el personal lo requería?

Claro, todo tiene un por qué. En esta larga respuesta te he estado explicando el mío, pero también he estado escudriñando el tuyo. Lo triste, y ojalá tus superiores ya hayan tomado la debida nota, es que eres tan cobarde que en tus esfuerzos por desafanarte de tu responsabilidad sigues aventando boñiga en todas direcciones. Eso ya queda entre tus jefes y tú. Pero, como te escribí varios párrafos arriba, yo no me distraigo. Créeme: la Secretaría de Cultura tiene problemas mucho más serios que la mera renovación de su equipo de cómputo, pero en este preciso momento de quien estamos hablando es de ti.
Continuemos, pues.

De golpeador a suplicante
Tu párrafo 16 comienza: “Señor Olivo, la debilidad en la Secum es desde la cabeza del secretario”.
Órale. Así que ¿vas a empezar ya tan temprano a golpear a Jaime Hernández? Al menos espérate a que arranquen las campañas, el año entrante, para que no se vea tan feo cómo muerdes la mano que te da de comer. Pero, estrictamente, tu frase no alude al secretario de Cultura, pues “la cabeza del secretario” (tal es tu sintaxis) no es otra que Leonel Godoy.
Y no es que yo vaya a defender al gober o al secre de Cultura. A mí me parece difícil meter las manos al fuego por la actual gestión estatal, pero tampoco insistas en distraerme. Al fin y al cabo ¿no eres tú, José Luis, parte de este mismísimo gabinete de bajo perfil? Y dada tu conducta de estos meses, estás resultando una gran desilusión: encantador y carismático en público, disimulado y manipulador en privado.

Paso a tus siguientes ideas:

usted también se tomó libertades inadmisibles al redactar su blog, más vale una nota con errores, que una cargada de fines personales,

¡Claro! Como Carlos F. Márquez, de La Jornada Michoacán, se fue sólo con tus palabras, sin consultar la versión de nadie más; como ustedes dos suelen tomarse las chelas juntos en el jardín de Las Rosas y como su versión te conviene, prefieres su nota con errores. En cambio, como yo sí me puse a explorar el asunto y exhibo tu conducta poco ética, a mí sí me acusas de dar una nota cargada de intereses personales. ¡Qué cinismo tienes para invertir los valores de una situación! Pero, ya operando con esa lógica tuya tan retorcida, si la veracidad periodística te parece una “libertad inadmisible”, tu rezongo es en realidad un halago.
Pero a propósito de ese asunto de las amistades y la imparcialidad... ¿ya viste la foto que tengo aquí abajito? Es una captura en pantalla de tu página de Facebook. Ve nada más qué joyita:

Captura en pantalla del muro de la página pública de José Luis Aguilera en Facebook, quien tiene la herramienta abierta a cualquier visitante, de modo que acceder a ella no viola ningún tipo de privacidad (cada usuario, en Facebook, puede configurar su página, permitiendo a los visitantes externos acceder o no a determinadas funciones; mi propia página en Facebook está debidamente resguardada en ese asunto de la privacidad). En el texto, el periodista Carlos F. Márquez le formula un reproche amistoso al funcionario y muestra la familiaridad de sus continuos encuentros de café en torno a espirituosas y suculentas bebidas. El mensaje es del 11 de mayo de 2010 a las 14:27 horas, pocos días antes de que ocurriera el primero de los dos robos en el Museo del Estado.

Vale. Déjame continuar desmenuzando tu párrafo número 16. Añades a continuación, en otra línea:

al cabo no nos dejamos engañar, miedo a hablar es lo que nos da,

En esta línea tú y tu redactor ya se convirtieron en algún anónimo trabajador sindicalizado. Pero es en esta frase donde dices la única verdad real de todo el texto: “miedo a hablar” es lo que les da a ciertos trabajadores… pero gracias a jefes como tú, que colaboran a corromperlos ya premiando, ya amenazando e incluso burlándote de ellos (según se ajusten a tus intereses o no, lo cual es corrupción porque esos tratos no obedecen prioritariamente a acciones tendientes a mejorar la eficicacia del museo, sino a tus intentos de preservar o mantener estable un liderazgo, de todos modos bastante endeble). Yo debo insistir acerca de esto aquí: cuando hace seis meses te dije que “no eras un líder” y que tampoco lo es ningún director en museos de la Secum, no me refería a que instauraras un régimen fascista. Tu conducta es uno de esos factores que tienen los vasos a punto de derramarse.

ya que si el Secretario de Cultura nos llamara con la comprensión del asunto, se le diría toda la verdad.

Qué lindo arco. Abriste el párrafo muy gallo contra Jaime (la debilidad de la Secum es “desde la cabeza del secretario”), pero lo cierras invocando a Jaime Padre-Todo-Protector: “Oh, Tlatoani, óyenos y ayúdanos”. Simplemente conmovedor. Pero ¿notas lo esquizoide entre tu inicio y tu cierre de párrafo? ¡Los bandazos que hay que leer en el desarrollo de una misma idea!

En fin. Tu amanuense termina tu carta con un reto: “Si es tan imparcial, publique esto en su blog”. Bueno, pues aquí lo tienes. ¡Concedido! Ah, pero eso sí: previendo tus manipuladores usos, no lo he publicado cuando tú quisiste, sino cuando lo he determinado yo.
Después de todo, me mandaste la carta tres meses (¡tres meses!) después de los hechos. Los robos acontecieron durante mayo, el caso se hizo público en junio, pero fue hasta septiembre cuando me mandaste esta facciosa carta a mi correo electrónico. Bueno, correspondiendo a tu mañosa manera de conducirte, te publico y te contesto tres meses después de dar acuse de recibo a tu material.

Anda y ve
Notarás que he dejado al final el tema que personalmente me repugna y sólo por el cual sí te mereces al menos una mentada de madre o una frase igual de fuerte. Se trata de tu párrafo 14, donde me lanzas algo que ya me habías anunciado en nuestra off the record:

“Señor Demetrio es acaso que se quiere granjear la plaza para su compañera sentimental del Museo de Arte Colonial, o ¿ya la obtuvieron?”

Bien. Aparte de la frase fuerte que por aquí voy a permitirme hacerte llegar (te la acabas de ganar a pulso), también te respondo. Y la respuesta dice:
No, José Luis. Nunca he traficado con mi posición de periodista. Esto ha sido así durante mi vida profesional, que en Morelia data de los días de Saúl Juárez como director del IMC, pero en el caso particular al que aludes, ni yo ni mi “compañera sentimental” (¡Ternurita! ¡Habla de ti! Aprovecho y te mando un becho), ni ella ni yo tratamos de granjear en su beneficio una plaza sindical o cualquier privilegio mal habido. Desde luego, ella aspira a ganar su plaza, pero sólo recurre a su verticalidad profesional en las responsabilidades que le competen, la cual es una de las cualidades que le admiro.
Eres sucio al querer manchar mi labor atribuyéndome “segundas intenciones”. Pero bueno, el que vive en y de esa mierda eres tú, no yo. Felizmente, mi pareja y yo estamos a salvo de esas acechanzas.
Confírmalo. Anda y ve con el secretario de Cultura y pregúntale si le he pedido algo para ella o para mí. Anda y ve con el contador Vitela, en Recursos Humanos de la Secum, y entérate si hemos ido a solicitarle algún favor. Anda y ve con Antonio Ferreira, del STASPE, e interrógalo acerca de cuándo hemos tramado acuerdos. Anda y ve con la representación sindical del recinto donde trabaja mi media naranja, de paso acude con su directora, y averigua si hemos maniobrado de algún modo en pos de prebendas sindicales o institucionales de cualquier tipo. Anda y ve a buscar a esos peces que se mueven en los bajos fondos de la Secum o del STASPE y que existen en todas las instituciones y sindicatos del mundo y diles que nos encuentren los “trapitos sucios” de manipulación o canonjía que me deslizas. Hazlo. Verás que no hay nada.
Y tan pronto confirmes que yo y mi amorcito estamos limpios, cálzate las proverbiales zapatillas de ballet, José Luis, para que puedas caminar de puntitas… y anda y ve.

PD: Habrás notado que Quadratín, Cambio y Provincia no publicaron en todos estos meses la copia que, dices, les mandaste de tu carta. Pero lo más notable es que omitiste enviar copia a La Jornada Michoacán, que fue el medio más implicado. ¿Quieres más prueba que esa para corroborar, a la vez, lo mañoso y lo burdo de tu texto?

Atentamente:

Demetrio Olivo
Periodista


EN VIDEO / Y para concluir: un clásico
La entrevista con José Luis Aguilera para interrogarlo acerca del robo de la presea Generalísimo Morelos, el pasado mes de mayo en el Museo del Estado.
Cuestionan la imparcialidad del
autor de este blog en el caso de
los robos en el Museo del Estado
ocurridos el pasado mes de mayo


de: J. Guadalupe Paez
para: poliedro.00@gmail.com
fecha: 2 de septiembre de 2010 19:31
asunto: Acerca del Museo del Estado
enviado: por hotmail.com


PERIODISTA DEMETRIO OLIVO

El 22 de mayo hubo un robo, lo escribió usted de “pieza arrebatada al patrimonio en resguardo de la Secretaría de Cultura, se localizaba en la sección de arqueología del Museo del Estado”.
En su nota continúa diciendo que tal vez fueron dos o tres ladrones porque una persona no puede levantar el capelo en donde se encontraba la Presea José María Morelos otorgada en 1942 al Doctor Julián Bonavit.
“Los hurtos de la última década –señala- han tenido como factor clave la falta de disciplina entre el personal, en una suma de hechos desafortunados”
Destaca su opinión “sí la cabeza está mal, todo está mal, consecuencia de una dirección débil (que dicho sea de pazo, en estos momentos) es la constante en todos los museos de la Secretaría de Cultura, a excepción, quizás de la Casa Natal de Morelos”
Dando continuidad a su noticia dice que el segundo robo fue posible la tarde del 24 de mayo, perdiendo el estado dos collares de antes de la llegada de los españoles.
Es curioso que usted arremeta constantemente contra el director de ese centro cultural, asegurando que ha falseado información, luego entonces ¿Quién le filtró la información de la primicia a usted?
Usted asegura que la información de los diarios La Jornada y de Provincia está sembrada de erratas, y en los artículos de sus colegas Carlos F. Marqués y Ricardo Aguilera,.
Hasta dice que Carlos F. Marqués se tomo libertades inadmisibles al redactar los hechos, llegando a asegurar que los comentarios de Marqués causaron la indignación de trabajadores del museo. ¿Será?
Lo que se debe de pretender es que la opinión pública sea enterada con veracidad, sin intereses, sin parcialidad, por lo que usted Señor Olivo, no lo está cumpliendo al omitir en su momento la nota del periodista Samuel Ponce Morales de Cambio de Michoacán, del 23 de junio que en su Sección Acueducto deja al descubierto las argucias de José Guadalupe Escamilla, que al igual dicho sea de paso no es la primera vez que valiéndose del mando orquesta con sus dos o tres manipuladas(es) seguidoras(es) situaciones para desencadenar la renuncia de más de cuatro directores, a una recién nombrada directora no la dejaron pisar el museo, todo lo acontecido gozando de la impunidad y del descuido de su jefe inmediato.
Es sabido entre el personal del museo que no acatar, no aceptar, no apoyar las iniciativas de firmar para abortar a los directores es motivo de suficiente para generar algo así como una persecución patronal en contra de los empleados que no piensan igual que la autoridad cultural; acciones que sabemos eran ocultadas al gobernador en turno, para no ir muy lejos en la gestión del Antropólogo Lázaro Cárdenas Batel, buen gobernante al que sabemos de buena fuente que no se le dijo la verdad de la salida de dos directores, cuando que los hilos fueron movidos sin informar honestamente al Secretario de Cultura en funciones.
Ya nos sabemos la estrategia: intencionalmente causar algo, lo que sea para que derrame el vaso y poder justificar los despidos.
¿Sabrá el Gobernador Leonel Godoy Rangel? de que forma se manejan los asuntos en la SECUM.
Señor Demetrio me decepciona al prejuiciar a sus colegas periodistas, al ser desmedidamente parcial al culpar al director, y a toda costa descargar de responsabilidad a los ejecutivos de la estatal, señalando un culpable cuando que la autoridad competente realizadora de la indagatoria, creo que no ha dado el resultado de la investigación.
Señor Demetrio es acaso que se quiere granjear la plaza para su compañera sentimental del Museo de Arte Colonial, o ¿ya la obtuvieron?
Todo debe de tener un ¿por qué?, es para distraer a los empleados y que sea desapercibido el cambio de las computadoras de la Dirección Administrativa, sí de la SECUM, justo cuando la gente cuestiona del indebido manejo del presupuesto, ¿por qué no las querían cambiar cuando el personal lo requería?
Señor Olivo la debilidad en la SECUM es desde la cabeza del secretario, usted también se tomó libertades inadmisibles al redactar su blog, más vale una nota con errores, que una cargada de fines personales, al cabo no nos dejamos engañar, miedo a hablar es lo que nos da, ya que si el Secretario de Cultura nos llamara con la comprensión del asunto, se le diría toda la verdad.
Si es tan imparcial publique esto en su blog.

Ccp. Los diarios Provincia, Cambio de Michoacán y Agencia Noticiosa Quadratín
Puesta en escena de Odisea Teatro

Los niños sin-ceros



El día en que, durante una clase de rutina, tanto el profesor como dos de sus alumnos determinan que los ceros son una absoluta inutilidad matemática, una cifra sin valor cuyo único fin parece ser confundir a los estudiantes, estos subestimados pero indispensables guarismos desaparecen de todo el territorio nacional. En un parpadeo, de la noche a la mañana, todos los ceros de México hacen mutis y desquician la vida del país.
Las anécdotas (muchas jocosas, algunas trágicas) relativas a la ausencia de los ceros de los calendarios, los billetes y de todo tipo de operaciones matemáticas, así como a su búsqueda por parte de la gente, dan pie a la tragicomedia Los niños sin-ceros, con la que Brenda O. Pérez y David Hurtado adaptan libremente El país de los sin-ceros (2003), del dramaturgo argentino Gastón Quiroga.
La obra fue estrenada en Morelia a comienzos del segundo semestre de 2010 en el auditorio Silvestre Revueltas de la Escuela Popular de Bellas Artes, plantel centro histórico, bajo la dirección de Brenda O. Pérez y con las actuaciones de Ruth Merchán, Sergio Chávez y David Hurtado.


La aplicada adaptación
El país de los sin-ceros es una de esas obras de enorme duende que, de cuando en cuando, aparecen en el hemisferio teatral. Desde su estreno en Argentina, hace siete años, este trabajo se ha ido presentando en diferentes países, ya en su versión original o en distintas adaptaciones que responden, no sólo al potencial interpretativo que posee el texto mismo, sino a las prosapias e identidades de cada lugar.
En el caso de esta versión moreliana, sobresale un concienzudo trabajo de transcripción en el que las situaciones originales de la obra (protagonizadas por un gobernador, sus más allegados consejeros y representantes de los medios electrónicos de información), han sido trasladados a los personajes de un profesor de matemáticas en la secundaria y a sus dos alumnos, quienes alternan sus situaciones con los cortes informativos de una conductora de TV (Tempranito con Pamela).



El hecho de trasladar uno de los núcleos de la acción, del gabinete gubernamental original al aula escolar, tiene el acierto de enfocar mucho mejor el sector de público estudiantil al que se dirige este trabajo. Por otro lado, la interacción de los periodistas de TV con otros personajes de la vida nacional (el sacerdote José de Dios Aguilar; la lideresa sindical de los maestros, Elbanatti Billetatti; la Agenda Oficial del presidente, etcétera), permite abrir el panorama y jugar con los absurdos y aún con las denuncias vestidas de humor que surcan el trabajo.


En pos de lo indispensable
Protagonizada por egresados de la EPBA, Los niños sin-ceros es otra experiencia de teatro universitario local contemporáneo, de las que vienen abundando en la capital michoacana de manera especial desde 2008. Echando mano de las herramientas escénicas que han adquirido durante su formación, los integrantes de Odisea Teatro acuden a una puesta que no es minimalista de manera propiamente dicha, pero que sí procura prescindir de todo lo accesorio para quedarse con lo indispensable: un juego de móviles, algunas telas, un par de bancas y muy poco más.
Con estos elementos, el peso de la puesta recae en el trabajo actoral, en el que sobresalen Ruth Merchán y David Hurtado. Cada uno de los actores es responsable de por lo menos tres personajes distintos, casi todos de temperamento fársico, lo cual simplifica su construcción en beneficio de la credibilidad escénica.
Durante la función de estreno, celebrada hacia el mes de agosto, el ritmo de la puesta ocupaba todavía más seguridad, pero exhibía como su mejor atributo la frescura en el desempeño. El video que sigue a este texto da una buena idea del nivel de eficacia del trabajo.

EN VIDEO / Los niños sin-ceros